Cuenta una leyenda de las Tierras Altas de Galicia, que andaba cierto día un pastor por las sierras de Ourense cuando los perros detectaron por naciente un extraño que se acercaba parsimoniosamente. Pensó que podía tratarse de un bandido, pero pronto vio que tenía mas pinta de peregrino perdido.
Era un hombre robusto y con cicatrices profundas en la cara. Le contó que venía de tierras lejanas y que deseaba encontrar un lugar donde terminar sus días en soledad. El pastor le indicó que no podía ir al Monasterio de Sobrado, el mas cercano de esos parajes, por ser solo conventos de mujeres pero que seguramente habría otros por la zona que le admitirían, quizás en Montederramo... Él no quería ingresar en ningún monasterio, insistía en vivir en soledad y le pidió al pastor que le dejara cobijarse en una de las chozas que tenía en la Sierra. La noticia se extendió enseguida y empezaron a conocerle simplemente como "El Ermitaño". Nadie sabía nada de su pasado y su manera de vivir era ejemplar. A los pocos años falleció debido a la dureza de la Sierra y unos monjes vinieron a investigar por la fama de santidad que le rodeaba y así se conoció su historia......
Era hijo natural de un conde el cual estaba casado con una dama de noble cuna y tenía tres hijas legítimas. Aunque era apasionado y fogoso y tuvo varios hijos fuera de este matrimonio. El Ermitaño era el mayor de dos hermanos y el primer hijo del conde, con el que guardaba un parecido asombroso, por lo que este, según iba pasando el tiempo iba demostrándole su agrado y encumbrándolo por encima incluso de sus hijas legítimas, a las que por ser mujeres no demostraba tanto aprecio.
La esposa del conde, celosa, propagó infundios contra la madre del ermitaño, tanto que consiguió que el conde la prendiera y la torturara. La pobre confesó todo lo que le dijeron que debía confesar muriendo en la tortura. Mientras acaecían estos hechos, los dos hijos del conde, el ermitaño y su joven hermano, luchaban por encargo de su padre contra los moros en tierras lejanas, donde demostraban gran valor. Cuando supieron lo ocurrido, sus corazones se volvieron de piedra y regresaron al castillo dispuestos a hacer justicia o tomar venganza, según se mire. A la mujer del conde, la hicieron morir con la misma tortura que había padecido su madre, acogiéndose públicamente al fuero "Tortum per tortum".A las hijas las mataron y quemaron. Al padre, siguiendo la perversa costumbre de aquellos oscuros tiempos, le dejaron ciego y lo encarcelaron en el castillo, donde poco después se quitó la vida.
Intervinieron los caballeros y tropas del rey y el ermitaño huyó, se dirigió en peregrinación a Santiago y durante el trayecto, se hizo plenamente consciente de todo el horror que había cometido. Al regresar de Santiago, se quedó en la Sierra hasta el fin de sus días.