Después de casi un mes sin publicar nada volvemos a la carga con una leyenda, esas que tanto me gustan a mi, de la época medieval y con castillos de por medio. En este caso os hablaré sobre la leyenda de la corona de fuego.
La corona de fuego es una leyenda medieval focalizada principalmente en la ciudad de Monforte de Lemos y en su comarca, la Terra de Lemos. Se escribió sobre ella en numerosas ocasiones y también se ha especulado sobre su posible origen germánico, debido a la existencia de tradiciones orales y escritas muy parecidas en este pais.

El argumento de una de las adaptaciones literarias de la leyenda, concretamente "A mitra de ferro ardente", nos habla sobre un pasadizo subterráneo que uniría el palacio condal de Monforte de Lemos con la iglesia de San Vicente del Pino. Cuenta como el abad del Monasterio de San Vicente se servia de este pasadizo durante las ausencias del conde de Lemos para mantener un romance con la hija del conde. En otras versiones sin embargo, sería con la mujer, algo un poco más preocupante, sobre todo sabiendo como eran los castigos de la época.

Al retorno del conde, éste se entera del lance amoroso e invita al abad a una majestuosa comida. Cuando ordena que se traigan los postres, un sirviente del conde trae una corona de hierro al rojo vivo con la que corona al abad, provocándole la muerte (de ahí el título de la leyenda). En una de las versiones la represalia tiene su origen en una disputa relativa a la propiedad de ciertos terrenos, y en otras en una negativa de los monjes a abrir el citado pasadizo. Otras versiones, como la de Galo Salinas, incluyen la particularidad de que un judío facilita al abad una pócima para conseguir sus objetivos.

Distintas transcripciones en nuestra Literatura
La primera mención escrita que nos llega de la leyenda, es la escrita por el Padre Sarmiento, un intelectual que se ocupó en su vasta obra de la historia y tradiciones de Galicia. A continuación tenemos una versión llamada "La corona de fuego o los subterráneos de Altamira" (Podeis ver la obra completa pinchando AQUI), que tiene la particularidad de involucrar otras ciudades españolas además de Monforte, como Toledo, Granada, o Almería. Posteriormente aparece en la hoy olvidada Novela por entregas titulada "Horrores del feudalismo: la torre de los vampiros", de Antonio San Martín. El popular novelista e historiador Benito Vicetto, publica "La corona de fuego" en 1878, y también menciona la historia en su novela "Los Hidalgos de Monforte", sin embargo, la versión más popular y conocida sería la de Amor Meilán, "La corona de fuego o el secreto de una tumba", publicada en 1893. Galo Salinas publicaría su versión, en verso y en lengua Gallega, en 1894; llevaría por título "Lenda de horrore!. A mitra de ferro ardente" (Podéis ver el libro original pinchando AQUI). Nicolás Taboada y Heraclio Pérez Placer también editan su propia "Corona de Fuego" en verso, llegando únicamente hasta nuestros días un fragmento de la obra, escrita en Gallego, del segundo. Una característica común a muchas de estas obras es el anacronismo, ya que en un mismo relato se aglutinan personajes que jamás llegan a coincidir históricamente en el tiempo. Actualmente la práctica totalidad de las ediciones se encuentran descatalogadas, siendo de difícil localización los ejemplares. Aun así en google books tienen la gran mayoría de ellos aunque practicamente ninguno de acceso libre. De todas formas podéis verlos todos AQUI
Diferencias entre Versión popular y versión Histórica
La leyenda ha provocado deformaciones en la tradición oral, que llegan a especular con la existencia, no ya de un pasadizo entre el palacio condal y el Monasterio, sino con la existencia de un corredor subterráneo que llegaría desde el palacio al río Cabe, supuestamente para poder dar de beber a los caballos en un posible asedio. Sin embargo, los historiadores han descartado la autenticidad de la leyenda, restringiéndola a una fabulación histórica. Hasta fechas muy recientes, se consideraba una invención la totalidad de la fábula, y así lo consideraron historiadores como Germán Vázquez o Manuel Hermida Balado. Sin embargo, recientes estudios de documentación original del convento, en poder de una familia particular, han revelado la certeza de la existencia de un pasadizo que unía el palacio y la iglesia, y que tenía el fin de dar un acceso directo de los condes a esta. Así, se recoge en la citada documentación que sería el VIII Conde de Lemos, D. Francisco Ruiz de Castro, hermano de D. Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos, el que zanjaría la cuestión cerrando el pasadizo, que resultaba denigrante para la comunidad monacal en el siguiente escrito de la época:

"Unos mandatos y brebes del nuncio sobre el pasadiço que el año 1619 se edificó a devoción de los Condes de su casa ala Iglesia y ano de 1621 se derribó y ano de 1623 se intentó que esta casa se lo bolbiese a reedificar y ano 621 se les había buelo y ano de 1626 los mismo Señores Condes, digo el Señor Conde Don Francisco de Castro lo quito del todo y hiço un gran bien a esta casa y Iglesia de redemirla de aquel ympedimiento que tomaba la puerta principal de la yglesia y sin costa ni pleyto de su voluntad: ay obligación de encomendar a dios a este S. Señor.”
El sepulcro del Abad García, en el Monasterio de San Vicente del Pino es una de las dos sepulturas popularmente relacionadas con la leyenda. Se relaciona con un sepulcro granítico existente en la iglesia de San Vicente, y correspondiente al Abad Don Diego García III, un monje del que se tienen pocas referencias, en parte debido a la pérdida de los archivos del monasterio en un espectacular incendio. El sepulcro está junto a la puerta principal de la iglesia, en el muro de la Pila bautismal, en un hueco bajo un arco de medio punto, y con la siguiente inscripción en latín:

ERA : M : CCC : LXXII : XX DIE : MENSIS : NOVEMBRIS : OBIIT : DICACVS : GARSIA : ABBAS

Manuel Murguía, Otero Pedrayo, Vilariño y Amor Meilán, relacionan este sarcófago con la leyenda, y Vilariño afirma que abriendo el Sepulcro se podían apreciar las marcas de la mitra ardiente con las siguientes palabras: " la persona que presenció el acto de abrir el sarcófago indicó que contiene varios huesos sueltos y que en el cráneo se notaba hacia la sién la huella que ha debido producir la quemadura", mientras que Otero Pedrayo afirma que "abierta hace muchos años la caja, se encontró el cráneo con huellas del círculo de fuego". En la caja pétrea, tal y como recoge Germán Vázquez en su "Historia de Monforte", se pueden apreciar huellas de palancas y huecos ennegrecidos producto de los curiosos que a lo largo de la historia se han servido de llamas y mecheros para ver los restos del abad, costumbre de mucho arraigo entre los muchachos de la localidad. La versión de Fray Andrés Pardo
Todo empieza con el sarcófago con estatua yacente de Fray Andrés Pardo encontrado en 1932 bajo la plaza de España de Monforte de Lemos, y conservada en el museo provincial de Lugo. Se trata de un sarcófago con estatua yacente ejecutada en piedra Mármol (probablemente Mármol del Incio), vestido de pontifical, descansa sobre la parte superior de su cuerpo, y la cabeza sobre almohadones ricamente decorados. Dos ángeles arrodillados lo flanquean, y las manos enguantadas sostienen un báculo. En el interior de los rodeos de la voluta, aparece una minúscula imagen de la Virgen de Montserrat, patrona de Monforte de Lemos, y a sus pies las armas de los Taboada, familia nobiliaria originaria de Monforte. Esta suntuosa estatua fue encontrada en 1932, en las obras de remodelación de la Plaza de España de Monforte (plaza que era antiguo emplazamiento de la desparecida Iglesia de Santa María de la Regoa) y se especuló con que la pudieran haber mandado construir los propios Condes de Lemos, "como si quisieran honrar en muerte a quien ultrajaron en vida". En un registro de escrituras del monasterio, firmado por Fray Mauricio en 1613, se relata lo siguiente:

"Dicen unos y otros testigos que conocieron a Fray Andrés Pardo, Abad de Monforte y Arcediano, que vieron unos y oyeron decir todos, que un día del año 1512 fue convidado a la Casa y Palacio de los Condes de Lemos para comer con sus excelencias. Que despúes de la comida se introdujo como último plato la especie y pretensión del Abad (de negarse a ceder sus derechos sobre el señorío y el coto de Doade a favor de los Condes de Lemos) procurando discutírsela con halagos, promesas y amenazas, y no habiendo bastado ni las unas ni las otras, se pasó a la más sacrílega temeridad. Mandó que los pajes y los críados como si fuesen ministros de Herodes, o del infierno, trajese la mitra de hierro encendida al fuego y que se la pusiesen, como de hecho se puso, en la cabeza del inocente prelado. Concluído aquel horrendo e inaudito sacrificio que se ejecutó en la víctima abacial, no se sabe, ni los testigos lo dicen, si murió, como es de creer, al instante o si aún le quedó vida para venir con ella a despedirse de los monjes y Comunidad. Sábese si, que algunas personas, o por piedad o por mandato de los condes, le pasaron al Monasterio..." Fray Mauricio, 1613.
El documento no deja dudas acerca de sobre quien se nos está hablando, se trata del mismo Monje cuya estatua funeraria se encontró en 1932. Ello desemboca en otra versión de la leyenda, que apunta a Fray Andrés Pardo como la víctima del crimen, y que se aparta del móvil pasional para situarlo en el contexto de una disputa por tierras y propiedades. Dada la cronología en la que data el suceso, en el año 1512, el ejecutor hubiera sido Fernando Ruiz De Castro Osorio Y Portugal, IV Conde de Lemos. A pesar de todo ello, la leyenda en sí sigue resultando históricamente más que dudosa, y aún el documento referenciado no habla de primera mano y se refiere a rumores: "Dicen unos y otros (...)", ello sin tener en cuenta que el incendio que arruinó el fondo documental del Monasterio conllevó la creación de algunos comprobados falsos históricos, debido a que los Benedictinos, al perder prácticamente el grueso de su documentación , reescribieron de memoria muchos de los documentos desaparecidos.

Sin embargo, la popularidad de la leyenda ha provocado la creencia popular que atribuye propiedades curativas a la cabeza del Abad, que se manifestarían al pasar la mano sobre ella, ello ha conllevado un fuerte y visible deterioro de esta parte de la escultura.


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